jueves, 7 de abril de 2011

LA ESTACION

No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación; situación que me desesperaba,  ya que este viaje a París lo tenia organizado como una válvula de escape, por lo cual necesitaba salir lo antes posible. Después de ir de una ventanilla a otra para que me confirmaran que efectivamente había una avería en la catenaria, me decidí ir a la cafetería de la estación para comer algo. Mi sorpresa fue,  cuando vi al final de la barra, a Andrés, mi amor platónico de la universidad; me acerque a él y se sorprendió tanto como yo, hacía más de 5 años que no nos veíamos. Después de charlar sin parar y de recordar viejos tiempos, nos dimos cuenta que los dos íbamos a París, aunque él iba por trabajo. Nos dimos los números de teléfono, para quedar cuando él tubiera un hueco en su apretada agenda.
Cuando llevaba dos días en París me llamó para que nos viésemos;  fue increíble lo bien que me lo pase con él, situación que duro los 7 días restantes que me quedaban de estar en París, aunque esta situación perdura después de llevar casada con Andrés 3 años;  y al día de hoy le doy las gracias a esa avería del tren, ya que
esa situación propicio  nuestro encuentro y gracias a ello he encontrado al amor de mi vida.



Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques y desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables, de alertas falsas y verdaderas, con algunas subidas y bajadas tristes, con subidas y bajadas de alegría. Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas, nuestros padres, que nos harán conocer el “Gran” viaje hasta alguna parte del camino. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más. Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto. Pero a pesar de esto, nuestro viaje continuará

1 comentario:

  1. Eres una autentica bohemia, bravo, como siempre tu alegoria final me gusta muchisimo.

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